La de toda la vida, la de apretar un botón y que te salga la foto, la que tenemos en casa en la estantería vintage.
Con un tuneado para que parezca más moderna y... digital.
Se llama Polaroid z340 y en los USA está a la venta ya por 299 dólares + el papel, claro.
Porque, a ver, te parecerá una chorrada, pero las fotos se disfrutan más en papel que no navegando entre doscientas mil que has sacado con el móvil y las tienes en el PC.
Además, con eso de que el papel te cuesta, seguro que pones más esmero a la hora de sacar la foto.
Qué pena que ya le haya comprado el regalo de reyes a tx en la tienda online de... ah, no lo voy a decir por aquí, que me da mucha vergüenza, ya lo puse en twitter. Con lo que le gustan a él las lobás electrónicas.
¿Adivinas para quién es un motivo de honda satisfacción hacer de Papá Noël, de mensajero y de correveidile de toda la familia en estas fechas tan señaladas? Adivinaste, para el tío mariquita.
Afortunadamente, ya sólo quedan dos de mis múltiples sobrinos que creen en magias, reyes magos y homoseñores de rojo que traen regalos. Cuando yo era pequeño no existía Santa Claus. Eran los Reyes Magos, lo que pasa es que venían a casa de mis padres el día 25 de diciembre en vez de el 6 de enero. Cosas. TX se queja y me dice que eso no puede ser, que los Reyes Magos tenían que venir el 6 de enero y si no no vale. Yo te aseguro que no tenía ningún trauma. Me decían en casa que venían antes porque tenían muchos juguetes que repartir y me lo creía. Cuando con unos 8 añitos (precoz que es uno) descubrí un tentetieso amarillo en el armario de mis padres (ya estaba jugando yo a entrar y salir de los armarios, qué afán) y al día siguiente estaba en el salón para mi hermano, tampoco me supuso un drama. No entiendo los extraños protocolos se trae TX con sus estrictas tradiciones navideñas pero, como se dice en los chats, lo respeto. En mi familia ahora llega Papá Noel, y tampoco es ninguna tragedia para nadie. Con los años y la proliferación sobrinística le cogí el gusto a hacer yo los regalos y hasta me disfrazaba de Papá Noel apareciendo y desapareciendo por la terraza de casa de mis padres (lo siento, lo de las chimeneas no entra en mis habilidades). Y por retomar las tradiciones volví a hacerlo anteayer, lo que pasa es que fue como en plan deprisa y corriendo, buscando el disfraz escondido en un cajón desde hacía años y sin barbas ni nada.
Mi sobrino (7) dijo que le parecía un Papá Noel muy extraño, porque tenía las cejas negras. ¡Pues menos mal que no se dio cuenta de que la barba era de papel higiénico! Luego le expliqué que se le habrían manchado de hollín de las chimeneas. Qué niños.
Y hasta aquí la parte digamos festiva. Es tradición en casa de mis padres que una vez acostados los infantes, los mayores nos pongamos a envolver los regalos, para los cuales yo he elegido un papel igual para todos, y más tarde los coloco en plan escaparate de "El Precio justo". Una mariconada. Este año, rompiendo tradiciones, he comprado el papel más barato del Primark (1,50 € por un rollo de 8 metros), hemos envuelto sin poner cuidado alguno y luego los hemos dejado desparramados al buen tuntún. Si total, al día siguiente nadie aprecia mis composiciones y se lanzan todos a arrancar el papel como locos destrozando mis preciosismos estéticos. Pero de lo que no me he librado es de hacer de chico de los recados, especialmente para mi madre y mi hermana, que ya se sabe cómo son las mujeres. Y éste ha sido el año de las Monster High, unas muñecas que a mi sobrina pequeña no le gustaban nada hasta hace dos semanas cuando TODAS SUS AMIGAS se las han pedido para reyes. Y claro, ella también. Y claro, están agotadas. Sister Mocho: "Oyeeeee, si sales por ahí cómprame una muñeca de esas". Moi même: "¿Pero es que no sabes que las Monster High están agotadas desde hace semanas?" SM: "No me jorobes" (mi hermana no dice tacos nunca, que es muy fina). "¿Y dónde se pueden conseguir?" MM: Tú estás loca. Si hasta ha salido en la tele.
Pues bien: He conseguido encontrar y comprar las malditas muñecas Monster High.
Y ahí quedó la cosa hasta que el otro día comprando yo miniblinis en el Carrefour de al lado de casa vi dos muñecas Monster High. Raudo y veloz, eché las dos al carrito. Y telefonazo al canto:
MM: Oye, que he encontrado dos Monster High, ¿cuál cojo? SM: Puessss... no sé, ¿cómo son? ¿cómo tienen el pelo? Espera que te paso con una de las niñasssss... Otra Sobrina: Pues no sé cuál quiere. ¿Cómo son? ¿Cómo tienen el pelo? MM: Mira, aquí están los nombres. Si tuviérias Whatsapp o una conexión decente a internet os mandaba las fotos. Pero como no, tenéis 10 minutos para llamarme y decirme cuál. tic tac tic tac
Gran drama. Al final se deciden por la del pelo naranja en vez de la del pelo morado. Dejo la del pelo morado en el estante... Y dos señores (más jóvenes que yo, pero señores) se lanzan como posesos a por la muñeca del pelo morado. Llego a la caja. Otro señor (también señor, también más joven que yo y bastante merendable, por cierto): ¡Una Monster High! ¿Dónde la has conseguido? ¿Dónde? Cajera Eficiente (como quien no quiere la cosa): Ah, sí, han repuesto esta mañana. (Señor de la cola aparentemente indiferente lo oye, da la vuelta al carrito y sale pitando hacia la sección de juguetes). Una señora no sabía cuál escoger y ha dejado ésta (señalando otra que había en la cinta de la caja de al lado).
Señor que se abalanza sobre la muñeca (esta vez de pelo azul) cual cernícalo sobre su presa. ¿Pero qué pasa? ¿Pero qué invento es esto? ¿Es que todas las señoras han mandado a sus maridos al Carrefour ese día mientras preparaban su cena de nochebuena? Porque vamos, dudo que los señores, por muy jóvenes y merendables que estén, quieran jugar ellos con las muñequitas Monster High.
El caso es que después de mi triunfo en el Carrefour (con qué poca tontería me siento yo ufano) y mi éxito con el disfraz de Papá Noël llega la hora de abrir los regalos. Y mi sobrina (a la que mi madre había concienciado de que lo mismo no le traían la muñeca porque los pajes tienen mucho trabajo) abre el paquete, ve la muñeca, pone cara de asombro y dice: "¡Oh, me han traido la indefinida!" (¡como si fuera una conjugación verbal, la indefinida!). La sacó de su caja, la colocó en su soporte y a los 30 segundos se fue a correr por el campo con sus hermanas y primos.
Hoy es 24 de diciembre y toca poner fotos de tíos medio en pelotas con gorros de papá noel (San Nicolás o la drag Santa Claus, en su defecto).
También toca felicitar las fiestas y chica, me da igual si eres anticlerical, si eres de las payasas que felicitan el solsticio de invierno (esto... ya te vale), si te sientes ofendida o si te ponen triste. Yo no soy nada religioso y sigo felicitando la Navidad y mandando crismas porque, lo celebres o no, son fechas de acordarse de los demás, estén contigo o no.
Y también toca la avalancha de calendarios de bomberos desnudos, policías en bolas y equipos de rugby franceses amariconados.
Como ya te dije en la pasada entrada (clic), esta vez íbamos a Londres con una adorable parejita que no lo conocía, así que nos tocaba hacer el tour intensivo de Londres de turismo básico de 4 días. ¿Y a quién le tocó hacer de guía? Acertaste.
Me puse en plan estricta gobernanta, que queda así como muy british, y me hice mis itinerarios, a cumplir más o menos, y me propuse llevarlos a todos con la fusta, que yo me conozco al tx, que cuando vamos solos va a toda prisa pero cuando va hablando se para y se para y se para. Él se enfadará, pero es que es igual que su padre.
A lo que voy, que como viene siendo costumbre en este blog, aquí va una de mis entradas de itinerarios de viajes, que sé que para algunos alguna vez han sido útiles y para mí también para acordarme en el futuro, cojostio.
Aviso que es un "Londres de visita por fuera", o sea que no es de visitar los monumentos sino sólo de verlos. Llamémoslo el Mocho's London Tour. Ojo que aunque he dibujado los itinerarios más o menos en Google, a veces se ponen un poco jodíos y las líneas azules no son tan exactas como debieran.
Aviso 2: esto es un recorrido turístico, para guía de ambiente, consulta mejor con el señor Quéinsólito en su blog, que te ilustra muchísimo mejor que yo con pelos, olores y señales.
Nos cogemos el metro hasta Westminster y nada más salir a la calle nos damos de morros con el Big Ben (vale, es la torre del parlamento, el big ben es el reloj, pero... ¿vamos a andarnos aquí con tonterías?). Visto de golpe, impresiona. Nos alejamos un poquito por el puente de Westminster sobre el río y vemos la panorámica: London Eye a un lado y Houses of Parliament al otro. Hacemos la foto de rigor a Marc Ostarcevic que casualmente estaba por allí y seguimos.
Vuelta a la placita para llegar a la abadía de Westminster, donde se casaron Guillermo y Catalina, para los fans del Hola. Enfilamos Parliament Street / Whitehall y nos apelotonamos en la entrada de Downing Street para ver dónde vivía la Thatcher (bueno, ahora es el Cameron, pero nos da igual). No se ve nada, pero es obligatorio apelotonarse en la reja. Un poco más allá están los Horse Guards a caballo, con sus turistas haciéndose fotos, atravesamos el edificio y salimos al Parque de St. James, que atravesamos por el lado norte, paseando al lado del lago y viendo patos y ardillas.
Las ardillas muerden, aviso a las tontas que les dan trocitos de pan. Como pilles una torcida, la cagas. Tienes también unos fantásticos aseos públicos donde te puedes marcar un George Michael con los viejecitos del lugar.
Terminamos en Buckingham Palace, donde hacemos foto a los guardias y contamos las lámparas de que tiene la reina encendidas, porque ese palacio sí es de verdad, no como el de Madrid, la reina vive dentro.
Después de visto, atravesamos Green Park hacia el norte para acabar en Piccadilly (la calle, no el circus). Allí yo quería que cogiéramos un autobús que nos recorriera la calle, pero mis acompañantes debían estar así como muy frescos y no quisieron. Total, andando que te crió hasta Piccadilly Circus, con parada obligada en los escaparates de Fortnum and Mason, que es el proveedor de la casa real, como dicen allí, el Tesco (lo que aquí llamaríamos el Mercadona) de la reina. ¡Puedes comprar Lemon Curd!
Y llegamos a Piccadilly Circus, vemos las pantallas de vídeo, que no tienen ninguna gracia, la estatua del angelito y decidimos que tenemos mucha hambre y que hay que comer. Pero el tío Mocho era previsor y ya tenía pensado dónde. Subimos un poquito Shaftesbury Avenue y luego nos metemos en Gerrard Street para ver el barrio chino.
Y aquí barrio chino significa eso, chino, no de putas.
En el 1 de Gerrard Place está el restaurante New World, que durante los días de diario en hora de comida (no de cena) tiene un gracioso sistema de menú de dim sum. En vez de pedir la carta, te sientas y luego hay un montón de chinas con carritos que se te acercan con comida. Eliges lo que quieras o les dices que no, que se vayan. Es agradable y está apañado de precio. Por supuesto que si quieres cutrear, te vas a los buffet libre por 8,50 que hay al otro extremo de la calle, que yo no te voy a decir nada, que Londres es muy caro y vas soltando billetes de 10 y 20 libras cada vez que te mueves.
El café nos lo tomamos en Paul, al otro lado de la avenida, en el SoHo, en la calle marica, Old Compton Street. A estas alturas ya tenemos que estar derrotados de andar, pero como es el primer día no se nota y seguimos adelante. Echamos un vistazo a los mariques que están fumando en la puerta del Comptons pero como somos unas auténticas malenis, nosotros sólo hemos ido a esa calle a tomar un café con macarons, así que ponemos cara de asco y salimos de ese horrendo barrio hacia el este, cruzando Charing Cross hasta la plaza esa de las siete calles y llegamos a Covent Garden. Eso sí, si vas tú, no te olvides de tomar una pinta de cerveza en el Comptons of Soho.
En este punto ya sí que te dices: coño, ¿sabes que nos hemos levantado a las cinco de la mañana para coger un avión y no hemos parado desde entonces? Pues autobús en Aldwych para llegar al hotel, descansar y... ya saldremos por la noche, que es jueves.
En Aldwych está la Somerset House, que en diciembre tiene una pista de hielo con un árbol de navidad y que TX quería visitar a toda costa. Para mí, para una primera visita a Londres, sólo para visitar en estas fechas. Si no, obviable.
Y cogimos el bus en Aldwych. Vamos a ver, los conductores de autobús londinenses SON UNOS MACARRAS. Y punto. El primero se nos escapó porque llegó a la parada detrás de otro, no lo vimos, paró un segundo y cuando nos quisimos dar cuenta ya había salido. Pero es que el que cogimos llevaba un mosqueo con el del bus de delante y estaba sacándole el morro todo el rato para adelantar, pero con un macarrismo alucinante. Y más si vas en plan españolito turista que quiere ir arriba para verlo todo mejor. En otra parada llegó el bus y un chico echó a andar hacia la puerta muy despacio, cuando estaba a punto de llegar la tía arrancó a toda velocidad. Y en uno de los alardes macarristas, otro casi se lleva por delante un ciclista. Fabulous.
Pero los buses londinenses son lo más. Sobre todo su sistema de información. Es vital descargarse en el móvil los spidermaps de su página web, o si no buscarlos en las paradas. Yo llevaba los spider maps de las zonas a las que sabía que íbamos a ir todos descargaditos en el iPhone, y es supercómodo. Llegas a la parada, buscas en la lista tu destino y miras qué bus te lleva allí y en qué parada tienes que cogerlo. Práctico y muy eficaz.
Partimos ya desayunados desde la estación de metro de Holborn y andamos 600 yardas (que no sabemos lo que son, pero es lo que pone en la salida del metro) hasta el Museo Británico (lo que viene siendo el British Museum).
El British tiene para un día, dos o los que quieras, porque ahí está todo el expolio arqueológico / artístico que quieras y más, pero lo que nosotros hicimos fue un "Mocho essential tour", que es ver lo que yo considero más interesante, porque para eso ejercía de guía.
Entramos, que es gratis, y nos acercamos al patio central cubierto, que ya te deja alucinado de lo imponente que es. Y, sin más miramientos, a la izquierda a ver la piedra de Rosetta, a la que todo el mundo hace muchas fotos como si fueran a descifrar ellos solos la escritura jeroglífica.
Pasando por los toros alados, están las salas que a mí me parecen más impresionantes de todo el museo y que curiosamente no son de las más visitadas: los bajorrelieves asirios de la caza de los leones. Es como una película, no son sólo representaciones de personajes, es historia pura. Y está la leona herida, que es una joyita. Fabulosos.
Después, la visita obligada a los restos del Partenón, con lectura también obligada del panfletillo en el que explican por qué está ahí y no los devuelven. Aaaaah, piratillas.
Pasando hasta el final por la escultura egipcia, se sube a la primera planta, donde está el Egipto funerario, las momias y eso. Sales otra vez al patio central por el restaurante de arriba y hala, visita exprés concluida.
Que síiii, que faltan muchas cosas por ver, pero si has ido con tranquilidad y fijándote, se te ha pasado más de una hora y... qué coño, es de gratix, así que puedes volver otro rato.
Salida del museo y andando hasta Southampton Row para coger allí un bus que nos lleve a... Candem Town (bajando en Candem Market).
Aquí ya puedes dar rienda suelta a tus delirios consumistas. Tienes todo tipo de bolsos de plástico, camisetas con logos tuneados graciosillos (en plan Vodka, connecting people, etc), ropas de tienda vintage, y souvenirs guarreras. A mí no me hace mucha gracia, pero hay quien se tira horas en esta zona. Lo que sí que es imprescindible es visitar la tienda Cyberdog, como hacen todos los turistas, que se la pasean y no compran nada. Pero nosotros siempre acabamos con un detallín. Es como ropa para clubbers ibicencos puestos hasta arriba de GHB, pero donde está la gracia es en los complementos y en la sexshop que tienen al fondo. No te lo vas a creer, pero mi amiga, la del matrimonio que venía conmigo, examinó a fondo un vestidito muy galáctico de niña... para luego copiarlo y hacérselo ella.
Se pueden comer guarrerías orientales en las mesas que hay en el hospital de caballos.
La tarde se suponía que iba a ser bastante tranquilita, acercarnos al centro a recoger las entradas de un musical al que íbamos a ir, descansar en el hotel y luego ya teatro y cena.
¡ Ja !
Bajamos en metro hasta Leicester Square, llegamos al teatro y nos dicen que naranjas, que aunque estén prepagadas no nos pueden dar las entradas hasta media hora antes del espectáculo. Gentuza. Otra vez histérico con el timing que me iban a tener. Pues nada, nos vimos Trafalgar Square, la fachada de la National Gallery (no estábamos para ver cuadritos, pero oye, está ahí y siempre te puedes acercar a ver en un pispás la venus del espejo de Velázquez, la Virgen y el Niño con Santa Ana y San Juan de Leonardo y virgencillas varias de Rafael.
El caso es que volvimos al Soho a tomar un café (y a conectarnos de gratix para ver los tiarros locales por walkinwifi, todo sea dicho) y, una vez repuestas fuerzas, subimos Carnaby Street.
Carnaby Street ha perdido todo el encanto cutre que tenía en los 80 y ha quedado casi como un reducto de tiendas de franquicia. Pero en navidad es una alegría pasearla y ver escaparates y decoraciones. Y sobre todo, llegar al final para entrar en LIBERTY.
Liberty son unos almacenes prohibitivos. Los precios no es que sean caros, es que no te los crees. ¿90 pounds por un gorro de lana? Pero es como Cyberdog, es una tienda tannnn bonita que hay que paseársela. Es decir, entrar y subir directamente con el ascensor a la cuarta planta, donde está la tienda navideña.
Este año no nos ha parecido tan alucinante como otros, no hemos visto así nada que nos mereciera la pena. Y los que conocéis al tx estaréis extrañados: no compró nada. Con lo que le privan a él un brillo y un colorín. Yo no sé si es que han cambiado el color a las bolsas y el morado característico de antes ha pasado a un todo más rosado, peeeeero aún así sigue siendo visita obligada en navidad.
En saliendo de Liberty, y viendo que mi chico se había quedado así como con las ganas, le propuse que nos acercáramos hasta Selfridges, que ya sí que es el colmo del lujerío. ¿Tú decías que Liberty era caro? Pues jopeta.
En Selfridges directos a la planta sótano, donde están las cosas del hogar y... oh, sí, la tienda navideña. Y de paso con esta visita nos hemos hecho parte de Oxford Street, la calle favorita de las mamás porque está llena de tiendas de cosas que ellas comprenden (Fosfór estrit, que decía mamá Mocho).
A la salida de Selfridges, metro en Bond street directo al hotel para descansar una horita y luego bus al putocentro de nuevo para ver...
A ver, se me puede decir que está más visto que el tebeo y que he inducido a mis amigos a ir a ver lo que quería ver yo, pero en realidad es un auténtico clásico, es un musical modélico, espectacular y emocionante. Conseguimos desde Mandril entradas de segundo piso laterales (con visibilidad pichís pichás) a 36 pounds y, bueno, había que ir sorteando cabezones para ver bien, pero tuvimos la suerte de que los que estaban delante nuestro (españoles ellos) se fueron antes de que terminara la primera parte porque no aguantaban, así que al final lo vimos de lujo.
Además, me da que para el 25 aniversario como que le habían pasado el trapo y quitado el polvo, porque recuerdo la anterior vez que lo vi allá en los 90 (iba con mi primer marido, así que échale años) que me pareció super rancio.
Salieron todos encantados y dándome las gracias. Y cenamos enfrente justo del teatro, en Byron's, que es de hamburguesas y apañado de precio.
El segundo día, el que iba a ser más relajado, resultó ser el más "de no parar". Pero esto no iba a acabar aquí, que todavía faltaban otros dos días de nuestro Londres a matacaballo.
El tercer día amanecimos en el metro de South Kensington para ir a ver el hall del museo de Ciencias Naturales, que es así como entrar en el castillo de Harry Potter. Aquí puedes optar por hacer la cola y ver la expo de los dinosaurios pero como no íbamos con niños (y tx y yo ya la habíamos visto) pasamos, vimos el vestíbulo principal, el tronco de sequoia y luego ya sí que nos tiramos un buen rato en la tienda, porque las tiendas de los museos de ciencias son ideales para cubrir el cupo de "regalos a sobrinitos".
A la salida, visita al Victoria & Albert Museum. Yo no quería ir, pero tx se emperejiló, porque es un museo que le encanta. No tiene tema, son colecciones que se han ido donando y hay de todo, desde trajes a verjas pasando por esculturas, alfombras y artes decorativas. Un chimichurri, vamos, pero muy agradable e ideal para tomarse el tentempié de media mañana.
A la salida, ver el Royal Albert Hall, que es así como muy impresionante desde fuera, y el Albert Memorial, que está enfrente.
Bus para Knightsbridge y visita obligada a... ¡Harrod's! En Harrod's hay que ver los Food Halls, comprar algo de té si se tiene un compromiso con alguna tía maleni y bajar las escaleras egipcias hasta el sótano, donde está el altar de Dodi & Lady Di. Foto obligada, por kitsch y hortera que sea. Si se puede, hay que evitar la planta 2ª, la de los souvenirs. Mi hermana me encargó una tetera y encontrarla y pagarla fueron auténticos suplicios. Ah, ver a una señora con un abrigazo de pieles de la cabeza a los pies salir por patas delante de los de PETA... no tiene precio.
Hora de comer, hora de comer. Bus a Piccadilly e... intento de ir a Bodean's en Poland Street. No se puede ir a Bodean's un sábado a la hora de comer en pleno diciembre. En la planta de abajo hay restaurante pero no tiene gracia alguna. Lo mejor es ir arriba, sentarse en una mesa corrida y pedir en barra los más fantásticos sandwiches de pastrami que he probado en mi vida. Pero estaba a tope. No pudo ser. Para otra ocasión. Acabamos en el japo de enfrente por puro agotamiento que bueno, no estuvo mal, pero de barato no tuvo nada. Un poco más arriba en la misma calle está el King's Arms, donde puedes ver a los OWLs más tiarrones de todo London.
Después de comer, el café de rigor en el mariSoho (recomendable, aunque muy pequeño, el Fernandez & Wells de Beak Street y de paso te ves la tienda para frikis que hay al lado) y... agárrate: ir a Regent Street un sábado de diciembre: LA LOCURA. Y eso que la habían cortado al tráfico por la aglomeración de público prevista. Paso obligado por Uniqlo, que es ropa básica (es decir, quieres un jersey gris y compras un jersey gris, i punt, lo que algunas llamáis fondo de armario). A mí no me llama particularmente la atención, pero reconozco que tiene algún diseño majo. Y después de pasearnos por los escaparates de Zaras y Mangos... tanchannnnn, HAMLEY'S, una juguetería de cinco plantas que también es de visita obligada para el turista primerizo. ¿Dije agobio? Nooooo, si hasta habían cortado las escaleras mecánicas de entrada para evitar las aglomeraciones. Tras media hora pudimos decir que sobrevivimos a Hamley's en Navidad.
Evitando Oxford Circus dimos a la parte este de Oxford Street, que ha decaído mucho, ya sólo quedan tiendas de souvenirs y chorradas, casi. Bueno, y la única HMV que queda en pie, parece ser. Y no lo entiendo, porque los discos y dvds están mucho más baratos que aquí en Spain.
Y pasamos por otra tienda de las que le encantan a tx: Menkind, una tienda de gadgets y de regalos para hombres. Son todo chorraditas, pero te pueden solucionar el típico regalo tonto. Actualización: ya no existe.
Era sábado, por la noche, y tocaba ir al hotel a descansar una horita porque luego estábamos invitados a cenar Chez Yunza's. A reponer fuerzas, que con esto terminábamos el día 3.
Lo primero, cantar a lo Marc Almond eso de Soft Cell de "I'm gonna pack my things and go", y misteriosamente cabe todo en las maletas. Bien.
Para el último día (bueno, medio día) tocaba el paseo por el South Bank. Lo suyo es empezar en London Bridge, visitar la catedral de Southwark (que se pronuncia Sádar, nada de sáuzguork como hubiéramos dicho todos) y luego el Globe Theatre, que se supone que es donde te intentan hacer creer que Shakespeare hacía representar sus obras, pero que es mentira, claro, es una recreación y probablemente no estaba allí.
Peeero nosotros fuimos al metro de Southwark y directamente llegamos a la Tate Modern, que hay que ver, aunque sólo sea el edificio y la sala de turbinas. Es arte contemporáneo, con lo que ya sabes lo que vas a ver y el espíritu que llevas. Como decía mi amiga, el arte contemporáneo es ése que piensas que "tu hija de 7 años lo haría mejor", pero entonces salta la cuñada mala y dice: "pues que lo haga, ¿a que no lo hace?" y ya la tenemos liada en el café familiar. Definitivamente, la mayoría de los conflictos familiares entre cuñadas vienen por culpa de la Tate Modern.
El año pasado estaban las pipas de cerámica, este hay una videoproyección de una tía que se llama Tacita nosequé y que, francamente, tenía un interés cero para mí.
Aviso que la Tate Modern ha eclipsado por culpa del nombre a la Tate de toda la vida, donde están la Ophelia de Everett y los Turner y que ahora se llama Tate Britain. Y que también merece la pena visitar si se tienen tiempo y ganas.
El paseo sigue por la parte sur del río, pasando por la Oxo Tower, hasta el puente de Waterloo (obviable mercadillo navideño debajo), donde te puedes sentir como Vivien Leigh (o Robert Taylor, en su defecto) y cruzarlo andando o coger mejor un autobús, que para algo están.
Al otro lado del puente llegamos a Aldwych y visitamos la pista de hielo de la Somerset House, con el consiguiente cabreo de tx porque no la habíamos visto de noche. Es eso: una pista de hielo con un árbol de navidad. Punto.
Hooora de comer, y qué mejor que hacer una tipicada que nos faltaba: el Fish and Chips en The Rock and Sole Plaice al lado de Covent Garden. Un sitio que suele estar a tope de gente y que es bastante cutre, sobre todo si vas a la planta inferior, que está decorada como en plan fondo del mar. Pero la comida es abundante y está riquísima.
Y después de comer paseo para las últimas compras (me falta mi cuñada, me falta mi tía maripili, me falta nosequién, pesás, que son unas pesás) atravesando la plaza del Soho, que no la habíamos visto. Metro, recoger las maletas, aeropuerto y fiuuuusssssss, Mandril.
Y estos han sido nuestros 4 días en London (las pijas ahora dicen Landan). Ha sido nuestro itineriario. Podría haber sido otro. Nos ha faltado ir a Greenwich, a Spitalfields, al museo de cera... ¿pero a alguien de verdad le gustan los museos de cera? Quin espant. También está la Torre de Londres, de la cual es muy interesante visitar las distintas estancias desde el punto de vista histórico pero que a donde todo el mundo va, que es a ver joyones sobre un pasillo rodante, es una HORTERADA. Y el Puente de la Torre (que no el puente de Londres) ya lo veíamos dos veces al día desde el bus, igual que el mamotreto neonosequé de Saint Paul. Ya para rarezas fuimos al cementerio de Highgate en el viaje anterior (clic). Pero chica, qué quieres que te diga, ha sido más que suficiente.
Y además nos ha dado tiempo a dejar a la parejita en el hotel y luego salir TX y yo de guarreo "a la salvaje noche londinense". O sea que más ya sí que no se nos puede pedir. Cuatro días andando a lo bestia y gastando dinero, que los billetes de 20 pounds vuelan, joder.
No te he puesto más fotos porque si no esto se va a hacer eterno de leer.
Espero que te sirva, te ilustre y si alguna vez vas y haces algo porque te acuerdas de lo que escribí, me sentiré superfeliz, se me pondrán los mofletes colorados y un halo de estrellitas de purpurina dorada rodeará mi cabecita loca pero buen corazón.
Aprovechando las fantásticas ofertas del aniversario del AVE Mandril-Violencia, el sábado se presentaron online los pikitonis en la capital del reino y, claro está, quedamos a comer.
La elección fue el 40 Café, que tx tenía ganas de conocerlo desde hacía tiempo. Tx, al contrario de lo que se supone en su gremio, está totalmente abducido por la Ser y todo lo que ella conlleve, y si la Gemma dice que hay que conocer el 40 Café, hay que ir. Así que aprovechando la visitilla, reservé. Mesa para siete el sábado a las dos y media. Perfecto, sin problema, me toman el número de teléfono y tal. Bien.
El 40 Café está en Gran Vía, en lo que eran los recreativos (sacacuartos engañamuchachos) de entrada a Los Sótanos, que era una galería comercial absolutamente tétrica y deprimente que hace como 20 años que ya no debe existir y que hacía honor a su nombre: eran una serie de locales comerciales en una especie de laberinto subterráneo que acojonaba. Vamos, que a mis amigos del cole los atracaron allí, con eso te digo todo. Pero estaba Discoplay, y era cuando todavía algunos comprábamos discos y allí estaban baratos. Yo no sé qué habrá sido de esos Sótanos, si estarán integrados al hotel o qué, no sé, lo mismo están tapiados y dentro crece una civilización de suburbanitas albinos que algún día conquistarán la tierra y acabarán con la humanidad.
La entrada al 40 Café es hortera, como debe ser, con una escalinata y una pared de luces de colores. La chica de la puerta invita a entrar y a que te saques fotos, como si estuvieras en Picadilly, insistiendo en que sacárselas es gratis. Vale, la gente se las saca. Luego tiene en la planta de arriba una tienda con camisetas, detallitos, complementos y souvenirs tan absurdos como el menú del restaurante o el cestito en el que te ponen las patatas. Superguays.
Una vez reunidos todos bajamos las escaleras y allí no estaba mi nombre por ningún lado. A ver, no me extraña, tenían apuntadas las reservas en un folio. Vamos, de una profesionalidad total. No os preocupéis, me dijeron, y nos prepararon una mesa, el sitio no estaba lleno aunque casi. Lo que ya no sé es si cualquier otro día van a llamarme diciendo que no hemos aparecido a comer, pero seguro que no, porque se les habrá perdido el folio.
Dentro hay una cabina de radio desde la que ponen grandes éxitos de ayer y hoy, más bien de ayer. Bueno, agradable, muy M80 serie Oro y sobre todo no está a tope de volumen como en otros restaurantes del estilo. Aparte de restaurante, tiene un bar en la entreplanta. Y dicen que hacen conciertos, como de Lenny Kravitz, Melendi o Amaia Montero (nivelazo, o sea, vamos).
La comida es tipo "Yo quiero ser un Hard Rock Café" o lo que es un Hollywood venido a más. De entrantes tomamos unas alitas de pollo que más bien parecían de brontosaurio por lo grandes (y por la poca chicha que tenían) y un calamar cohete (la digievolución de los bocatas de la Plaza Mayor) . Dos de cada, para compartir.
Y, de plato principal, una hamburguesa. Sí, también hay pasta y sucedáneos orientales, pero elegimos todos burger.
Y, como yo la pedí SIN cebolla, a mí me tocó el panecillo azul. Porque sí, porque son muy modernos y muy cuarentaprincipaleros y te puede tocar el panecillo normal, amarillo, rojo o azul. Bueno, el bollo era así como verde.
De sabor aceptable, no estaba mal. La ensalada de acompañamiento, una ridiculez (pero bueno, es un acompañamiento) y las patatas bien.
Postre no pedimos porque lo siento mucho, maricarmen, pero yo no me gasto 8 euros en un postre, por mucho que se comparta. Me parece un exceso injustificado.
Lo que sí tomamos fue café y oye, hay que reconocerlo, buenísimo: cremoso, bien extraído y fantástico de sabor. Un diez.
¿Conclusión? Con entrantes a compartir, una hamburguesa de principal, una cerveza, sin postre y con café, 28 euros por persona. No es que sea un timo, pero NO LO VALE. No volveremos.
A la publicación vía Facebook de fotos mías engullendo tal engendro he respondido con esto:
Pero tranquis, es broma, se trata de la pastilla higienizadora de cisternas de inodoro "Bosque Verde".
Y luego como los pinkis se iban por la noche, y precisamente por la noche llegaba el Yunza (el coreógrafo de Beyoncé) de Londres, estuvimos todo el santo día zascandileando por el centro. Tocaron dos visitas a ver la iluminación de Chueca (que sigue siendo la misma pero está muy bonita) y al Mercado de San Antón, que es una horteradita superturis pero de visita obligada al que no lo conoce. Subes hasta la terraza y vuelves a bajar. Por cierto, qué precios en los puestos, nena, una tableta de turrón 10 euros.
Y tocó volver a cenar por ahí (ya sabes, overdose de Almax por la noche) y tomar la copa de rigor. ¿Qué tiene de malo estar todo el día en danza? Pues que acabas machacado, pero fue como en los mejores tiempos: nos fuimos encontrando con todo cristo, que si Perla, P Chueca, otro grupo de amigos...
Estoy esperando a que en el Fu3l pongan una alfombra roja en todo lo largo que es el local y sillitas a los lados en dos niveles para sentarnos en plan "Ana Rosa y Ana Botella presentes en la pasarela Cibeles". Porque chico, qué de desfiles. Si estaba todo el u4Bear allí metido. Lo mejor, que llegó un tío de esos impresionantes impresionantes, alto, cachas, con unos brazos más anchos que los muslos de Leire Pajín y cierta primitiveidad en la expresión que lo hacían aún más merendable. Y pasó al lado nuestro. JOOODER QUÉ PESTE. ¿Era sudor o acaso es cierta la leyenda urbana esa de que las mierdas que se meten en los gimnasios les hacen oler a rayos? Vamos, que se agradeció cuando se abrió la puerta del baño y salió ese clásico olor a ambientador de flis de cine de sesión continua.
Una vez reunidos con otro grupo de gente (y cuando ya empezábamos a parecernos a un cole o excursión benidormí), acabaríamos en otro local de peor calaña, pero ya no es relevante el saber a quién nos encontramos a la salida.
Y sí, al día siguiente la caca salió un poco verde.
Qué perezón tenía yo ayer. ¿Acercarme hasta el putocentrodemadrid un martes por la tarde en plena precampaña navideña para ir a un concierto acústico de presentación de un disco justo a la salida del trabajo, por muy de La Casa Azul que fuera, y además yo solito? Y Tx diciéndome que me fuera a casa, me cambiara de ropa y luego él me acercaba al metro. Una locura, teniendo metro directo desde la ofi.
Y por la tarde me animé. Me llevé una mochilita con un polo y un pantalón, porque no era plan ir vestido de homoseñor (aunque, ¿por qué no?), me cambié en el baño del trabajo antes de salir y metro to palante hala, en San Dimas en un pispás. Y no, no me metí por equivocación en la Sauna Paraíso.
Ya en la cola me animé más porque me fui encontrando gente, y en cuanto abrieron la puerta, más conocidos abajo. No muchos, que tampoco era plan moverse, porque llegabas, cogías sitio y de ahí no te quitaba nadie, que si no luego no se ve nada. El estatismo típico de los conciertos. Pero el ambiente era muy relajado. A ver, todos íbamos invitados por haber comprado el disco.
La música ambiente, a cargo de Luis Elefant, era así como muy lounge, con mucho retro, mucho estilo "Vacaciones en el mar" (pasemos a la cubierta Fiesta) y toques japos. Se supone que a los que nos gusta La Casa Azul nos tiene que gustar ese tipo de música pero bueno, también se supone que tenemos que ser veinteañeros con flequillo recto y gafas de pasta, y no. Que yo hace años que no uso gafas de pasta, las que tengo ahora son de aluminio. En fin, me consuela que por lo menos pusieron una remezcla de Kyoko Fukada que me chifla (así como muy de cóctel y canapé en piscina de hotel) y una versión internacional del "Será el amor" de Carmen Sevilla.
A eso de las ocho salió Guille Milkyway a escena con dos chicos barbitas detrás. El de la derecha tenía pinta de estar bueno, pero joer, ¡no se quitó el casco! Y empezó la música.
¿Concierto acústico? Nanay. Un miniconcierto con todas las de la ley. Además, con los dos ayudantes, no daba la impresión de siempre de que Guille le da al Play y luego canta.
Sonaron canciones del disco nuevo y de las antiguas Chicle Cosmos, Esta noche sólo cantan para mí y Chicos malos en lo que no puedo llamar un crescendo, porque desde el primer momento La Casa Azul estaba a tope de intensidad y animación. Es que era trallazo tras trallazo. Y muchas de las canciones con su intro particular como ya hiciera con algunas en la gira anterior. Sí, los silencios entre canción y canción pueden ser el único pero (también culpa del público, claro) pero... es lo único que tuvo de "típico concierto acústico".
El sonido fue más que aceptable en cuanto ajustaron los volúmenes de música y voz y me quedé con una duda, vale que el barbitas guapo encasquetado hacía los coros pero... ¿llevaba Guille pregrabados los agudos? Porque sonaban pero parecía que él no los cantaba. ¿Soluciona así su característico "ay que me desgañito"? Me fijaré más.
Finalizó y luego hubo unos bises al piano, con la Polinesia Meridional (la canción que siempre me salto en el cd), Si vuelves (con la androide rubia que hacía de Clara), las dos últimas del disco que el público cantó en plan karaoke y dos clásicos: Como un fan y Galletas.
Fue como un concierto de los antiguos, como aquellos en la sala Wah Wah (¿o era Swan?) de Valencia o en el Clamores de Madrid cuando se presentó el Moda Pop.
En total, casi hora y media de concierto, perfecta presentación de la gira de la primavera que viene. Que a ver dónde la hacen. Que estoy muy mayor yo ya para aglomeraciones tipo la Joy. Aunque siempre digo lo mismo y luego voy.
El público disfrutó. Se deberían hacer tesis doctorales de la gente que asiste a los conciertos, porque teníamos de todo: - la chica que dice todo el rato "no veo nada" pero baila y se ríe como una loca. - los altísimos que llegan tarde y se colocan en medio originando un tsunami de recolocación para poder ver. - la parejita típica: uno se lo está pasando pipa y el otro ha venido a acompañar y no entiende tanto entusiasmo. - los de los móviles.
Yo hace tiempo que dejé de preocuparme por sacar fotos o vídeos en los conciertos, porque al final acabo poniendo más interés en que salgan bien y pierdo atención al concierto en sí, así que ya ves las fotos que he puesto aquí: movidas y tal, pero me da igual.
- las marilocas de primera fila pegando gritos. - el que empieza en una pared y se va moviendo alcanzando la pared contraria. - los que hablan, y hablan, y hablan...
Vamos, que todos los que fuimos, aparte de sentirnos como una especie de tonta élite, nos lo pasamos pipa.
Saludos a Vivoenlaerapop, Tonytornado, Manolo Vivaelpop y Dj Farrow, por supermajetes. Y más saludos a mis amiguitos miss Paris Morgan, Pikitonis y Angelina Jolín, que no van a poder disfrutar esta party porque de momento no va a ir ni a Amsterdam ni a Valencia :) Me acordé mucho de vosotros.
Urgh, cuatro días de turismo intensivo en Londres.
¿Y para qué te vas a Londres de turismo si ya lo tienes más que conocido?, me dirás.
Pues porque es una ciudad que nos encanta al Tx y a mí y porque íbamos con un par de amigos, una pareja, un matrimonio de esos a los que todos llaman matrimonio, que ni lo conocían ni tienen ni papa de inglés, así que había que hacer el tour completo básico de "London para turis". Y oye, nos ha salido apañado.
Como hacer la crónica completa me va a llevar tiempo, hoy voy a comentar sólo el tema "intendencia", es decir viaje + traslados + alojamiento. Tranqui, que ya te haré la guía Low cost de Londres igual que hice la de Praga o Berlín. Hemos volado con British Airways a London City Airport (LCY). Y chica, un lujo. Vale, sí, es más caro pero... ¿cuánto más realmente que una lowcost? Porque lo que te cobran es lo que pone, no hay cargos adicionales por aquí y por allá, y facturando un maletón por persona. Pero sobre todo no existe esa agonía del checkin y el boarding, de pelearse por colocar las maletas y los personal belongings en los compartimentos superiores, de aguantar a los trolls mal pagados que te miden y pesan el trolley... un horror. Además, como es un aeropuerto mini, todas las gestiones las haces en un pispás, las maletas salen enseguida y además tiene WiFi gratuita, con lo que nada más llegar ya puedes estar abriendo tu Grindr para ver a los aborígenes locales. Aviso a las navegantas: allí las apps está muy compartimentalizadas: las osas usan el Growlr, las marimachas el Scruff y las marilocas el Grindr. El u4Bear está muy poco extendido. Las guarras usan todas.
Desde Madrid hay dos vuelos diarios, el de por la mañana sale a las 7:40 de Mandril y llega allí a eso de las nueve. A Barcelona hay uno y también vuelan a Málaga y Palma (maricas inglesas que van a torrarse a Torroles o donde el duque Urdangarín). Pero también un lujo porque se vuela directamente a la ciudad. Adiós tren de Gatwick o metro eterno a Heathrow. El LCY tiene DLR (tren ligero o metro), con tarifa de transporte urbano zona 3 (es decir, otro ahorro), directo a Bank. Que llegas del aeropuerto al centro de la ciudad en 20 minutos. ¿Y dónde nos habíamos cogido nosotros el hotel? Pues en Bank. Vamos, que desde que aterrizas hasta que llegas al hotel puede haber pasado media hora. El hotel. Esta vez como íbamos 4 personas no hemos hecho turismo gorrón en casa del famoso exbloguero coreógrafo de Beyoncé. ¿Para qué sirven los amigos bloggers que viven lejos? Pues para eso, para turismo... digo para hacer amigos. El tx ya hace tiempo que dejó de quejarse de la cantidad de amiguitos que me echaba por todos lados. Ahhhhh, qué listoooo. El tema de los hoteles en London, y más en el puente de la Conchi Consti, en el que está plagado de españoles, es peliagudo. El mínimo son 100 euros/noche para coger algo decente. Sí, puedes encontrar ofertas, pero ojo con esos hoteles que tienen una pinta aceptable y luego si pillas la oferta de habitación barata te meten en el sótano en un cuchitril infame. Y no lo cuento por experiencia sino porque me ha pasado. Esta vez pillamos el Travelodge London Bank. A ver, es un hotel BÁSICO. Más que básico, ultrabásico. No tiene cafetería ni restaurante, pagas al entrar y luego se desentienden de todo. No tienen servicio de guardar maletas. Las habitaciones son pequeñas (no minúsculas) y no tienen ni armario, sólo un estante y una barra de perchas. El baño es pequeño tipo cabina todo plastificado.
Peeero... lo han inaugurado en septiembre de 2011. Es decir, está NUEVO y LIMPIO. Y pillé una oferta de 70 libras/noche (unos 80 € aprox) por promoción de inauguración. Señores, la verdad es que genial. Un hotel para descansar y dormir y punto. Las opiniones de Tripadvisor decían que era ruidoso, que las habitaciones que dan a la calle (callejón, la verdad) tienen ruido de obras y gente, y que las que dan al patio interior el problema de la puerta de un restaurante. Yo no sé si es que nos cansamos mucho, pero el caso es que hemos dormido como benditos.
Vale, el hotel no estaba en el mogollón del centro y no está cerca de nada, pero está perfectamente comunicado: DLR, tres estaciones a menos de 5 minutos andando con 4 líneas: la amarilla, la verde, la roja y la negra, y autobuses a todo Londres. O sea, un lujo. Porque, o eres una paleta que llega a Piccadilly y no se mueve de allí o tengas donde tengas el hotel tienes que estar todo el santo día cogiendo el transporte público. Y el transporte público en Londres es carito carito. Soluciones para el turista: - Pagar uno a uno los viajes (en plan mi hermana con su familia, que cada vez que se metían en el metro se dejaban 12 libras). Es una locura. - Comprar cada día un billete de un día. - Comprar un abono de 7 días (sólo merece la pena si vas a estar 5 días o más) - Comprar una Oyster card y recargarla via pay as you go. La Oyster la vas recargando con dinero y te va descontando los viajes que haces, pero no a la barbaridad de precio del billete sencillo. Y el tope diario que te cargan es el del billete de un día. Nosotros tenemos una Oyster de cuando fuimos hace dos años. Con una recarga de 30 pounds hemos tenido (y nos ha sobrado saldo) para cuatro días incluyendo los viajes al aeropuerto, que está en zona 3. Ojo que la primera vez que la compras te la cobran (3,50 libras o así) pero si no quieres usarla más, puedes pedir la devolución de la tarjeta y del saldo que te quede. Ojo con el peak time, que las tarifas son distintas si vas en hora punta (primera hora de la mañana). ¡¡¡ A viajar a partir de las 09:30 horas !!! Así que ya teníamos vuelo, ya teníamos hotel, ya habíamos recargado nuestra Oyster.... ¡A disfrutar de Londres! Esta historia, con sus itinerarios de visitas, continúa... AQUÍ
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