¿Qué hemos estado escuchando estos últimos meses?


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A Cupido
A Papa Topo con La Prohibida
A Cariño
A Nadiuska
A Monterrosa
A Glas
A Amatria con Delaporte
A Mala Rodríguez
A Cristina Quesada
A Nuevos Tiempos Romanos
¡A las Ranas!

Y cuando nos entra la vena machacona, esta versión GayPride de la Never Enough de Loren Allred


Musiquillas de finales de 2018 y principios de 2019
¿Antiguas?
Ya vendrán las novedades, que lo de retomar un blog es durito.

Besos.

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Supervivientes en Barcelona




Llevo ya años diciéndolo: desde que Barcelona se convirtió en la meca del turismo de chancleta, trolley y airbnb, se ha puesto imposible.
Pero también intento por lo menos acercarme una vez al año para ver a mis amigos y, de paso, pasarme por mi querido Liceu.
Que esa es otra, hay que joderse con el subidón de precios que le pegaron a la ópera allá.
Uno las pasa putas para conseguir una butaca en la que no te dejes una pasta y puedas ver medianamente bien aunque sea en el quinto piso y luego te encuentras que como no venden las entradas (lógico y normal) el último día hay superdescuentos de hasta el 80%. 
¡Nos han jeringao con la pelotinitis!

El caso es que aprovechando que el Clamores pasa por Segovia y que Santa Eulalia es un mito, allá que me fui a pasar el finde con mi querida amiga Ketty Valde. Al Tx lo dejé en Madrid limpiando la casa.

instal.lació de art contemporani en el aeroport de Bcn

Y tuvo que haber alguna confabulación cósmica, porque menuda mierda de tiempo nos hizo. Viernes y sábado con una lluvia de esas que ni sí ni no pero si estás un ratillo en la calle te acabas calando. Sin parar. Una asca.

Y eso te hace estar cabreado, y cansado, y te hace comer, comer y comer porque ¿qué vas a hacer, estar tirado en la calle? Pues no, un café aquí, una comida allá, una copilla acullá... Como cerdas, vamos.


La primera noche la Ketty tenía compromisos familiares y me tocó cenar solo, que es una de las cosas que más deprime estando fuera. Aaaaaah, ¿por qué no llamasteeeee? Pues mira, porque no, porque también a uno le gusta deambular, pendonear y farandulear sin rumbo fijo.

Intenté localizar a mi amiga La Filis (1, 2 y 3 en este blog), pero andaba totalmente deprimido con el cierre del bar New Chaps, estaba de luto riguroso y no estaba dispuesto a que se le enfoscara el pelo con la humedad. Que no salía, vamos.

Me recomendó El Club De La Hamburguesa y mira, allá que me pasé, que me apetecía, hacía tiempo que no iba de burguerismos.
La cena básica se sube a unos 15€ pero la calidad aceptable y te pones como una cerda.


Además, si tienes prisa, en media hora estás apañao.
Porque luego nos íbamos de bares con la Ketty.

Yaaaa se sabe que en Barcelona la gente los viernes por la noche no sale mucho.
¿Pero qué pasa si además llovizna constantemente?

Que no se mueven de su casa.

Todo Su Per Va Cí O



Nos dimos una vuelta por el Panceta Bar (porque íbamos disfrazados de osas oficiales) y la cosa fue megadeprimente.
Pero mira, como miembros de la ONG Maricas Sin Fronteras terminamos entablando conversación con una pareja de italianos con los que ya estuvimos de copas el resto de la noche y que son, por supuesto, nuestros nuevos mejores íntimos amigos. Porque como todo el mundo sabe, somos majísimos.
El resto del local estaba más pendientes de las app de móvil que de establecer conversación. Qué modernas (y raras) son.


https://www.google.com/search?q=conferencia+episcopal&oq=conferencia+epis&aqs=chrome.0.0l2j69i57j0l3.8401j0j9&sourceid=chrome&ie=UTF-8
 
Terminamos la noche con los italianos en el Night Barcelona, más que nada porque pillaba al lado, y bueno, algo más animado pero como casi todos los sitios con cuarto oscuro, que pulula una gente de esa que te cambias de acera si te los cruzas en la calle (y no digo a variar tu despistada condición sexual, sino a cruzarte físicamente al otro lado de la calle). Qué público más chungo. Nada, copita rápida y al hostal cutre de mierda (que ya me niego a Airbnbs en Barcelona).

El sábado fue el día pijo.

Pero pijo... repijo.

  
Desayuno en L'Atelier, que es como una pastelería de diseny que tiene escuela y también una minicafetería con cuatro mesas (cuatro) que parece una Apple Store, pero en vez de iPads tienen pastelitos.

 
Muy cuqui que dicen las cursis, no barato pero tampoco un atraco y perfecto para volver con ánimo a salir a la calle y que te siga lloviendo.


Paseo por Concell de Cent con parada en TODAS las tiendas de ropa marica, donde los dependientes nos miraban con cara de "¿dónde van estas viejas gordas?" pero como no había nadie más nos atendían con ganas de endosarnos jockstraps, arneses y calcetines de futbolista.


¿En serio? ¿Ponernos en plan fetish ahora a nuestras edades?
Sí, claro, como que me voy a gastar yo 50 euros en unos calzoncillos. Llego el domingo con ellos a Madrid y el Tx me mata.
Eso sí, lo de los arneses elásticos como de neopreno mola, da un rollo chaleco de EPI de trabajo muy redcollar. Pero joder con el impuesto revolucionario gay, coño, qué precios. 



Parada también en el Uniqlo de Gran Vía con Paseo de Gracia.
Yo es que lo de esa tienda no lo entiendo.
Todo son básicos, no le veo ninguna gracia.
Lo único, las camisetas, ¿pero el resto?
Es como un Ikea pero de ropa. Una sosada.


Y ya para pijerío sumo el restaurante donde fui a comer.
Que fui porque me invitaron.
Que si no ni de coña.
Muy de Masterchef, mini raciones a precios de que se te salgan los ojos de las órbitas y con el chef y los camareros que te van narrando los platos.
Me miraban mal cuando sacaba fotos de los platos pero es que, joder, uno es un turista low cost y no todos los días va a comer a sitios finos.

Venga, que es muy de blog:
 Gazpacho de remolacha con flores.
 Calabaza con queso y butifarra
 Crema de coliflor con huevo (exquisita)
 Tatin de puerro y pecorino.

 Y postre de chocolate escandalosamente rico.


Lo más gracioso y pijo vino con el vino. Nos dejamos recomendar y nos traen un blanco Tallarol, sin cubitera. El sumiller nos explica que venía ya frío de la cámara y que lo dejemos reposar para que coja un par de grados más que es cuando realmente se aprecia bien este vino.

Y se calentó, claro. 
Y un vino blanco calentorro ni de coña.
Pedimos la cubitera a otra de las chicas y cada vez que pasaba el sumi por allí nos miraba con cara de odio.
Mientras, nosotros discutíamos si había subido grado y medio o por el contrario había bajado tres.

El precio, desorbitado, pero mira, iba invitado y merece la pena estar con un buen amigo al que veo en persona una vez al año, mejor un ambiente tranquilo para ponernos al día en todo todito todo, sí, incluido el Prusés.

Sobremesa.
Llamada de la Ketty, que tiene plan.
Pues mira, genial, siesta, porque a las ocho...




Ópera en el Liceo (Liceu, para las autóctonas).
Les pêcheurs de perles, de Bizet (el de Carmen, ¿te suena?).
O sea, Los pescadores de perlas.

Pêcheurs es una ópera... bonita.
Y lo peor que se puede decir de cualquier expresión artística (ya sea ópera, cuadro, escultura o lo que sea) es que es... bonita.
Pero es que es bonita.
No es ninguna obra maestra, pero es muy agradable, muy "amable" y muy melódica.
Y tiene un argumento bastante cursi e inane. Sí, pasan dos cosas, pero vamos, que si no pasa nada te quedas igual (te quedas con lo "bonito").
Va de dos pescadores en Ceilán amigos pero rivales por el amor de la misma chica, que para que haya conflicto se hace sacerdotisa y jura voto de castidad. Pero el amor puede más y ella y uno de los chicos son pillados infraganti por el otro, quien se siente supertraicionado, o sea. Y desemboca en un final que no revelaré aquí para no hacer spoilers.


¿Y qué es lo que la directora de escena ha hecho para ambientar la historia?
Pues no tocarla, pero ubicarla dentro de un Reality Show televisivo ubicado en una isla en el que los personajes tienen que superar pruebas, pasar "al confesionario", tener sus conflictos personales... y todo ello con el público decidiendo quién tiene que salvarse o morir y exponiendo sus opiniones en entrevistas en un mercado.
O sea, como Supervivientes.
Si hasta había un Jorge Javier.
Sólo nos faltaron la Pantoja y Chelo García Cortés saltando desde el helicóptero.
Mira, muy divertido.


Y además no cambiaron el argumento, sólo jugaron con él.
Pero claro, a los señorones y señoronas no les hizo nada de gracia.
Y lo protestaron con pateos.
O sea, más divertido aún. 
Para que luego digan que la ópera es un espectáculo destinado sólo a las élites.

Aunque no te guste la música, cualquiera podría haber disfrutado de esta producción.
Yo estoy esperando a ver si la puedo tener en vídeo.
Además, es una ópera "bonita".



Lo mismo en el público estaban enfadados porque el Barça no ganó la final de la copa del Rey (por lo del prusés, seguro). La fuente de Canaletas estaba llena de gente haciéndose fotos. Son malas.



Después de la ópera, cena de batalla en La Flauta, que es básicamente lo mismo que en el restaurante pijo del mediodía pero a precios populares y con mucho más ruido. Es un sitio en pleno gayxample que está siempre lleno y con cola para entrar, pero como llegamos pasadas las once de la noche nos dieron mesa en un pispás.

Todo muy bien, todo muy bien... hasta que tuvimos la ocurrencia de pedir una superflauta de butifarra.



O sea, no.
Nos pusimos cerdas.
Y me estuvo repitiendo lo que quedó de noche, el día siguiente y la madre que lo parió.
Si es que no tenemos control, joder.



Nueva parada en el Panceta y ya entre el butifarrismo, el mal tiempo, el bicherío que había en el local y yonosequé, me empecé a encontrar un poco "revuelto" y mira, despedimos a nuestros nuevos íntimos amigos italianos con la promesa de que la próxima vez nos veíamos en Madrid o en Italia y hala, a intentar dormir.


Y mira que nos propusieron ir a la disco Dick's (¿la Bearbie de allí?) y a la Metro, pero no tenía yo el pussy para little lanterns.



Y básicamente eso fue lo que hice por Bcn, porque al día siguiente había que llegar a Madrid para ejercer nuestro derecho constitucional al bótox.


Pero no podíamos terminar nuestro finde gordopijo sin tomar un brunch.
Y caímos en una trampa para turistas.
Flax & Kale, en la calle Tallers.
Me habían dicho que estaba bien.
Pues el brunch, caro y muy, muy reguleras.
Aunque claro, quién se va a fiar de un local que se anuncia como "Cocina Flexiteriana".



Ya ver que las bebidas son estos zumos detox a 6 euros el medio litro... chungo.
Que el agua sea de comprar una garrafa en el paki de enfrente y rellenar botellas de la casa... mal.
Y digamos que el plato combinado de huevos era vulgarcito... pero que te pongan una alcachofa dura, reseca y de la que sólo se puede aprovechar un mordisquín, un bluff.



Cuando nos preguntaron que qué tal respondimos la verdad: que la alcachofa estaba no apta para el consumo. El camarero, todo atención, nos propuso cambiárnosla por un muffin, pero en vez de muffin llegó con la orden tajante de la jefa: que de madalena nada, que todo lo más nos invitaban a otro café. El chico muy majo, pero si no le dejan, no le dejan.
Para no volver.

Corriendo al aeroport y llegada al colegio electoral.
Después de lo que ha pasado ya me están llegando los primeros memes...
¡Uf!





¡Nos hemos salido del grupo de Whatsapp!


¿Qué pasa cuando te hartas de personas que actúan como si vivieran dentro de un episodio de RuPaul's Drag Race?

Que te sales del grupo de Whatsapp.

¿Y qué debería pasar entonces?
En teoría nada.

Pero en la práctica sí.

Ahora Tx y yo somos "las malas", las proscritas.

Y sufrimos mucho por ello.
Mazo, tía.




Que no te pierdas lo del otro día, que me costó un huevo escribirlo, joder.

Tales Of The City - Historias de San Francisco




El próximo 7 de junio Netflix estrenará la serie Historias de San Francisco (Tales of the City), un revival de las tres miniseries que se hicieron en 1993, 1998 y 2001 basadas en las novelas de Armistead Maupin.

No sé si la harán en plan Star Trek Discovery, con un capítulo semanal durante diez semanas, o La Casa De Las Flores, con todo de golpe y hala, hazte una maratón.



De Historias de San Francisco ya he hablado por lo menos un par de veces en este blog.
Armistead Maupin fue contratado en 1976 por el periódico San Francisco Chronicle para escribir una sección diaria de lunes a viernes en la que narraba la vida cotidiana de la ciudad a través de un grupo de personajes cuyas historias se iban entrelazando.

1976. San Francisco.
Época post-hippy
Boom de la música disco.
Liberación sexual gay.
Y, sobre todo...

ÉPOCA PRE-SIDA

La columna de Maupin se convirtió en eso que los locutores cursis de radio llaman "tomar el pulso a la ciudad", pues al ser diaria iba mezclando la historia de sus personajes de ficción con la actualidad real. Está llena de referencias a personajes y situaciones del momento.


La historia comienza con la llegada a San Francisco de una paletilla chica del interior, Mary Ann Singleton, que alquila un apartamento en el bloque regentado por la excéntrica Anna Madrigal, teniendo como vecinos a Michael (Mouse), un gay algo ingenuo, Mona, una hippy pasadísima de vueltas y Brian, un mujeriego. Cada uno tiene sus aventuras, que se van entremezclando con las de los otros gracias a coincidencias bastante inverosímiles, incluyendo hasta una pequeña historia de misterio, para terminar con un final emocionante y revelador.

El editor del Chronicle le puso como imposición a Maupin que la proporción de personajes heteros fuera superior a la de gays, porque se trataba de un periódico dirigido a un público familiar tradicional. Armistead así lo hizo, pero las historias se fuerno liando tanto unas con otras que, aunque los personajes fueran heteros, todo era al final tremendamente gay.
Por supuesto que la sección de Cartas al director se llenó de mensajes de gente ofendidísima por los Tales Of The City, ya que lo que Maupin pone en manifiesto es la importancia de la familia lógica frente a la biológica. La popularidad fue tan en aumento que se convirtió en una sección de culto. Hoy hace 43 años (glups) de su primera publicación.

En 1978 estas columnas se recopilaron en un libro, titulado como la sección del periódico, Tales Of The City, al que siguieron More Tales Of The City y Further Tales Of The City. En España se editaron en la colección Contraseñas de la editorial Anagrama bajo los títulos de Historias de San Francisco, Más historias de San Francisco y Nuevas Historias de San Francisco. Los tres libros están actualmente descatalogados.



Maupin siguió con sus personajes en varios libros más, hasta 9, publicados a lo largo de más de dos décadas. Ninguno de estos se ha traducido al español ni editado en España, que yo sepa.

La cadena inglesa Channel 4, en colaboración con la PBS americana, hizo en 1993 una producción televisiva de 6 episodios con el primer libro. El resultado fue una miniserie deliciosa, que capta perfectamente la esencia de esa época tan libre y liberadora, y con un reparto excepcional encabezado por una perfecta Laura Linney acompañada por Olympia Dukakis, que es una señora que nunca me había caído muy bien en el cine (siempre hace papeles de tía que se las sabe todas), pero que aquí encarna la dulzura y el misterio de la señora Madrigal. Y si después de ver la serie te ves los extras o entrevistas de cómo preparó su papel, te quitas el sombrero, la bragafaja y lo que haga falta ante la maestría de la Dukakis.



La miniserie fue un éxito rotundo, alcanzando las mayores cotas de audiencia en su emisión en Estados Unidos. Pero a la par de su emisión salieron, cómo no, las voces en contra. 

Una de las mayores bazas de la serie era su total naturalidad ante ciertos temas escabrosos. Si alguien se toma una pastilla antes de ir al trabajo porque está estresado, se la toma, y punto, y el mayor problema no es que se la tome, sino dónde narices la había guardado. Dos hombres se dan un beso por la calle. Y ya. No se preocupan por si alguien los está mirando o no. Y si han follado por la noche lo normal es que a la mañana siguiente se levanten los dos de la cama desnudos. ¡No como Carrie Bradshaw y su eterno sujetador negro! O el asunto del racismo, que es tomado de una manera francamente cómica.


Pero estamos ya en 1993, Bush padre acaba de salir del poder, el sida sigue matando inmisericorde porque aún no han llegado los cócteles de medicamentos,  Bush padre acaba de terminar su mandato, con el consiguiente auge de una de las múltiples olas de neoconservadurismo que azotan los EEUU... La American Family Association, algo así como los Vox de allá, acusó a la serie de progay, antirreligiosa, prodrogas y esa cosa que llaman lo de la agenda gay... y mil cosas más, claro. Y como se emitía en una cadena que recibía fondos públicos, comenzó una campaña de "¿dónde van mis impuestos?" EL presidente de esa rancia asociación mandó  a todos los congresistas de Estados Unidos un vídeo de 12 minutos recopilando todos los momentos inmorales de la serie. Una joya, me encantaría que apareciera en Youtube. Hubo quejas en todo el país, prohibiciones de emisión en algunos estados y hasta amenazas de bomba. Y la PBS, que tenía ya preparada la continuación con More Tales Of The City, la canceló y se olvidó del tema.



ShowTime (¿recuerdas? Los del Queer As Folk versión culebrón americano) recuperó años después los Tales y lanzó en 1998 More Tales Of The City, otra miniserie de 6 episodios que conserva sólo algunos de los actores principales (menos mal que siguen Mary Ann, Anna Madrigal, DeDe y el Dr Fielding). More Tales es una digna continuación pero carece del encanto de la primera. Y, sobre todo, la trama de intriga tiene interés CERO. Vamos, que sólo se deja ver por el buen culo que nos muestra de vez en cuando el personaje de Burke. Eso sí, tiene uno de los momentos más absolutamente entrañables de la serie en la carta de salida del armario que, desde el hospital, uno de los personajes envía a su madre. 
¡Ojo, el siguiente vídeo es casi casi SPOILER! 

No lo veas si no quieres.

Que no lo veas, joder.



Esa carta fue la auténtica salida del armario de Armistead Maupin para con sus padres, escrita en el periódico a través de uno de sus personajes, y es totalmente conmovedora. Nuevamente, realidad, actualidad y ficción se mezclaban.

En 2001 ShowTime produjo la tercera serie, Further Tales Of The City. Esta vez sólo 3 episodios de una hora, con una rocambolesca historia principal que lo acapara casi todo y con un final feliz, agridulce y con una escena, en la que aparece un chupetón en el cuello de alguien, que vaticina el final de una época feliz y sexualmente desprecoupada y el principio de otra mucho más oscura.



Hasta aquí la parte televisiva de Tales Of The City. Ni que decir tiene que en Spain ni hemos olido estas miniseries, aunque me escama que Further tenga traducción en Filmaffinity como "Vecinos Peculiares". ¿Se habrá editado directamente en dvd? No conozco las 6 novelas no publicadas en castellano porque, sinceramente, aunque me manejo medianamente, me cuesta leer narrativa en inglés. Pero me he leído las sinopsis y sé lo que ha sido de los personajes a lo largo de los siguientes 20 años.



Y ahora, Netflix nos trae una continuación muuuchos años después, con la baza segura de Laura Linney haciendo de una Mary Ann madura que vuelve a San Francisco y se reencuentra con una Señora Madrigal ya anciana que sigue siendo la Dukakis. Barbara Garrick vuelve a ser DeDe y regresa el Brian de los primeros Tales, Paul Gross. También tiene un papel muy relevante Murray Bartlett, el Dominic de Looking de HBO. Como sorpresa, se anuncia un papel para... ¡Molly Ringwald! Expectante estoy. Oh, sí, oh, no, también está la espesa de Ellen Page.



Actualmente tienes en Netflix (y en tus plataformas de pirateo favoritas) un documental de hora y media titulado The Untold Tales Of Armistead Maupin en el que se cuenta toda la historia de estas novelas y adaptaciones televisivas y que es interesantísimo... si has las has leído o visto. Si no, te recomendaría que no lo vieras porque destripa muchas, muchas cosas.

Las series y novelas antiguas están disponibles en inglés (con subtítulos) donde ya tu sabes, corazón, aunque sería recomendable que con tanta plataforma televisiva y tanta app las volvieran a relanzar. Yo he distribuido los ripeos de los dvd a mis amigos via Mega o DropBox, pero vamos, que seguro que tú ya sabes agenciártelas.

Será por nostalgia, será porque es una serie con la que he pasado mucho tiempo, será porque hasta colaboré en la traducción de subtítulos en aquellas webs que emergían a principios de este siglo (¡¡¡sí, colgué los enlaces de emule en Geocities!!!), será porque la primera de las novelas me trae muchos recuerdos por quiénes me la recomendaron (dos exproyectos de novio que nunca llegaron a cuajar pero que se quedan grabados en la historia de un gay madrileño veinteañero y bastante ingenuo también en su época -¿un Mouse cualquiera?-. Oye, y que los sigo teniendo de amigos, qué coño), será por lo que sea, que aunque luego la nueva serie sea una puta mierda y acabe decepcionado, no tengo más remedio que recomendar en este blog que veas Historias de San Francisco, en Netflix.


Y porque todos hemos sido alguna vez en la vida un poco Mary Ann Singleton.
Y un poco Michael Mouse Tolliver.
Y el que no lo ha sido es porque es una lista revenía o una amargá retorcía.
Coño.

Se acabó Juego de Tronos


Sí, un fin de semana intensito.


Primero Eurovisión, la Champions gay, y luego el final de Juego de Tronos.

Qué fatiga, qué dolor.
Unas veces se me para
y otras veces se dispara
como loco el corazón.

Y toca hacer los comentarios correspondientes a esta última octava temporada que nos ha tenido tan en vilo, más que nada para ver si se acababa de una puta vez la serie, que joder, lleva dando polculo desde 2012.

Lo de las series es una pérdida de tiempo alucinante. ¿Qué es eso de tener que esperar un año a ver cómo continúa una historia? Desesperante. Ahora entiendo el éxito de Netflix que te lo pone todo a cascoporro y te puedes pegar un maratón. 


Pero Juego de Tronos ha sido todo un acontecimiento mundial, así que mira, ya que la seguimos, vamos a hablar de ella.

El Tx y yo empezamos a verla con reticencias. Todo lo que nos huela a universos de falso medievo con elementos fantásticos nos tira mucho para atrás. De hecho, ya es por aquí conocida mi atávica aversión hacia todo lo que tenga que ver con la mierda esa de El Señor De Los Anilluuuaaaaghhhhssss puagh puagh puagh. Y más si está basada en libros seguidos por legiones de frikis totalmente obsesionados de los que a la primera te sueltan la petardez de "está bien, pero la novela es mejor" (los anacondas). Se daban los dos casos.


Jennifer Lo en persona tira patrás.
Anaconda, el libro es peor.

Pero empezamos a ver Juego de Tronos. Game Of Thrones para las fans.
Y me sorprendió la maestría con la que estaba narrada.
En la primera temporada te contaban las historias de doscientos mil personajes principales tan bien que te enterabas perfectamente de todo.
Además, era cruel y muy poco condescendiente con sus propios personajes, se los cargaba sin piedad o metía elementos altamente perturbadores en la historia.
Vamos, que molaba.

La segunda temporada ya nos volvió locos.
Pero no loquísimos del potorro, sino locos de los de no entender nada.
Empezaron a  surgir reyes y reinos que no teníamos ni puta idea de que existían y nos hicimos un chocho tremendo. De no querer seguir viéndola, vamos.
Fue el momento álgido de los "anacondas el libro es peor": estaban emocionados porque ellos sabían lo que pasaba, de dónde salía cada personaje y no paraban de decir "espera, espera a lo que viene ahora". Cernícalos.


Y luego vinieron una serie de temporadas (no recuerdo cuáles, oye, que han pasado los años) en las que durante los primeros capítulos NO PASABA NADA. Era gente andando. Unos que si al muro, otros que si a Poniente, otros que si huyendo. Aburrimiento total. Pero luego llegaba el penúltimo episodio en el que ocurría algo megatremebundo que levantaba el interés para continuar viéndola.

Hacia la quinta temporada o así llegó la venganza contra los anacondas. ¡La serie de televisión adelantó a la serie de novelas! ¡Estaban desesperados! ¿Qué iban a hacer ahora con su pretendida superioridad de conocimientos? Malévolamente hablando, fue un momento de intensa satisfacción para el resto de los mortales. Y para los guionistas, que fueron atando cabos y simplificando mucho la trama.


Así, temporada va, temporada viene, llegamos a la octava y última. Cada uno deseábamos que nuestros personajes favoritos sobrevivieran y llegara al trono de hierro quien tuviera que llegar.
Yo siempre he sido del tándem Sansa & Cersei, que son las que mejor me caen. A la rubia y al bastardo nunca los he tragado.


ATENCIÓN:
Yo creo que esta entrada de blog no contiene SPOILERS de la serie (revelaciones, vamos), pero si eres de los que se van a poner histéricos, NO SIGAS LEYENDO.

He dicho que NO SIGAS LEYENDO.

Que no, PESADO.

Bueno, hala, allá tú.

La octava temporada empezó OTRA VEZ como siempre: De seis capítulos, en los dos primeros no pasaba nada. En el primero nos enseñaban dónde había quedado cada personaje y en el segundo básicamente nos decían que los malos estaban en el sur, los buenos en el norte y los mucho más malos más al norte aún.


Y llegó el episodio clave, la famosa batalla nocturna.
Muy efectista, muy bien hecho, muy emocionante.
Y de golpe y por una carambola, va y todo se termina en un segundo.
¿Perdoooona?
O sea que hemos estado siete años preguntándonos quiénes son los malísimos, de dónde vienen y qué intenciones tienen... ¿para que desaparezcan en un pispás y nos quedemos igual?
¡El momento ideal para que los coñazos de los anacondas vuelvan a decir que hay que leerse las novelas, las secuelas y las precuelas! ¡Su legítima reivindicación después de que quedaran condenados al ostracismo durante tres años!
Que sí, que el capítulo fue muy bueno pero... ¿esa forma de finiquitar una trama fundamental de una manera tan brusca y cutre? Joé.

En los dos siguientes productores y guionistas se dieron cuenta de que quedaban demasiados personajes principales aún vivos y comenzaron una escabechina en plan oye, que nos quedan dos episodios y hay que terminar esto como sea. Y pasó lo que tenía que pasar en Desembarco del Rey (King's Landing), lo que los fans televisivos estábamos intuyendo desde hacía mucho y lo que los anacondas noveleros contemplaron horrorizados porque se trataba de una acción... digamos moralmente criticable, de su personaje favorito.


Pero nuevamente se cargaron a otro personaje malo malísimo de una manera SUPERCUTRE. Romántica, pero supercutre.
Yo quedé con la ligera esperanza de que pudiera sobrevivir, pero en el fondo sabía que no.

Y llegamos al final finalísimo.


Y hala, muy bien hecho, pero todo lo que tiene que pasar (y que nos esperábamos) ocurre en diez minutos y otra vez la sensación que me deja es: "toma ya, qué fuerte, pero... ¿ya? ¿ya se ha acabado todo? ¿así de sopetón?"

Y luego se tiran más de media hora con el epílogo.
Que sí, que es muy poético y está muy bien engarzados unos personajes con otros.
Pero me deja frío frío frío.
Mi problema, por el que ya me han llamado HATER, es la narrativa.
¿Dónde está la emoción de esos cliffhangers de hace temporadas que te dejaban el corazón en un puño?
¿Dónde está la épica?
Que se acaba todo de golpe y porrazo.
Sí, vale, lo dejamos terminar plácidamente y como debe ser.
Y el momento Cristóbal Colón... porfaaaavor (esto sí es spoiler).
En fin, que después de tantos años, si me dicen que hay otra temporada más, me lo creo.

Y ahora los anacondas estarán como locos frotándose las manos porque hay secuelas, precuelas y demás cuelas previstas. Pero no van a ver un libro nuevo en años. Qué morro el Martin ese, que ya le han escrito el resto.

En fin, que se ha acabado, y ya.

Lo mejor de todo, las cabeceras de cada capítulo, absolutamente geniales.


Y tú, ¿a quién hubieras querido ver sentado en el trono de hierro?


Tanta Daenerys, tanta Daenerys, la única auténtica Dannii rubia siempre ha sido...



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