Ayer estaba buscando como loco un mando a distancia del garaje en un cajón de esos de Ikea que tienen tanto fondo que acaban convirtiéndose en un hábitat con vida propia cuando me apareció esto:
Tachannnnn
Y eso qué es, me dirás (mediré 1.75 siempre hago el mismo chiste).
Pues una tarjeta de MONTERA 33.
Transparente.
Tarjeta, que todavía no se llamaban flyers.
Montera 33 fue un local de ambiente (de ambiente gay, evidente) de Madrid que estuvo muy de moda a principios de los 90. Y, como su nombre indica y habrás adivinado si no eres excesivamente zote, estaba situado en el número 33 de la calle de la Montera, en el pasaje que la une con la Plaza del Carmen.
¿Y qué tenía de especial ese local?
Pues muchas cosas, MariPrado.
Como ya conté hace poco, estamos hablando de principios de los noventa, una época en la que aún no se había producido la explosión de la visibilidad mariconística en Madrid y en la que las opciones de ocio para gays en la ciudad eran muy cutres.
Montera 33 dio junto al Hanoi y el bar de copas de la Plaza del Rey una nuevo paso en el ambiente: sitios modernos, bien puestos, con cuidado en la decoración, música actual, buen sonido y gente joven, tirando a pija. El grado de sordidez era cero, eran los sitios ideales en los que pipiolos como nosotros (mis amigos y yo) nos sentíamos cómodos, locales a los que se podía llevar a amigas. Si de hecho yo no me di cuenta de que el Plaza era de ambiente hasta que me lo dijeron (sí, era así de pavo).
En el Montera bajabas las escaleras y te encontrabas con un par de típicas cavas madrileñas enladrilladas, en forma de dos túneles bastante amplios. Allí reíamos, bailábamos y la gente hasta ligaba. Yo no porque estaba en mi nube por aquella época, pero los chicos que había allí me parecían los más guapos del mundo.
De lo que más me acuerdo era de la música que ponían. Eran los hitazos de una época previa al machaconeo del dj estrella que se pondría de moda poco después. Allí sonaban mPeople, Urban Cookie Collective, Haddaway, el Living on my Own de Freddie Mercury, 2 Unlimited, los odiosos Ace of Base, Gabrielle, Robin S., Elton John & RuPaul... puf, debería hacerme un recopilatorio, muchas de las canciones las tengo... ¡en maxi!
Y como no podía ser de otra manera, aquí va una de las historietas de la abuela Mocho. Pero esta historia no empezaba en el Montera 33 sino unas semanas antes en el selecto y elegante local Black And White, en pleno Chueca.
Quien conozca el Black And White ahora puede estar tranquilo: hace veintitantos años estaba igual. Sí, había menos chaperos, pero la compartimentación del espacio era la misma: abajo, juventud y macarrillas; arriba en la entrada, algún chapero y homoseñores sentados con jóvenes; y arriba al fondo: transformistas y horteras varios.
Pues estaba yo en la planta baja cuando subí al cuarto de baño por una de esas necesidades fisiológicas que causa la cerveza (ya sabes, el alcohol inhibe la acción de la ADH, vasopresina u hormona antidiurética, que actúa a nivel del túbulo distal del riñón promoviendo la formación de canales de agua de acuoporina en la membrana luminal del epitelio, y si no actúa no hay canales, con lo que el agua del riñón no se reabsorbe para volver a la sangre y entonces te entran unas ganas loquísimas de hacer pis).
Y los meaderos eran (no sé si seguirán igual) cazoletas de inox casi enfrentadas entre sí, de tal modo que si había dos personas meando a la vez la situación era así como muy íntima.
Total que estaba yo desahogándome el chorrazo cuando de golpe entra un señor y se pone a mear a mi lado. Y me mira. Y lo miro pero como que me rehúye. Y evidentemente nos conocíamos, pero o se estaba haciendo el longuis o estaba algo perjudicado esa noche. Porque, señoras y señores, ese tipo era... MI PROFESOR DE RELIGIÓN Y FILOSOFÍA DEL COLE.
Total que voy a lavarme las manos, justo el profe termina y le digo adiós por su nombre. Entonces se pone a titubear, a reír nerviosillo y me pregunta que quién soy. Hombre, yo reconozco que los profes ven sopotocientosmil niños a lo largo de su carrera, pero a éste lo tuve desde los 12 a los 18 años, no hacía tanto tiempo desde que dejé el cole y aún estaba dando clase a mi hermano pequeño. Me identifico.
Entonces hace un poco de paripé como que ya me recuerda, me pregunta por mi hermano mayor, me dice: "sé discreto" y desaparece corriendo. Bueno, anécdota para contar a mis amigos y reírnos un rato como tontas.
El caso es que dos semanas después fui a Montera 33, creo que el fin de semana siguiente al de su inauguración. Mi amiguito del alma, que se enteraba de todo, fue el que me llevó.
Y entramos, bajamos las escaleras, nos quedamos con la boca abierta, pedimos una copa por la que nos cobraron una pasta y de golpe....
- Vaya, Sr. Móchez McMóchez, ¡cómo tú por aquí!
Alguien llamándome por mis dos apellidos.
Imagínateme: yo, un crío, hiperarmariado, cuasivirginal, reciénsalidoalambiente, viviendo con mis padres... me doy la vuelta lívido perdido. ¿Quién me llamaría?
Ningún misterio, ni más ni menos que el profe de filosofía y religión, quien estaba en un estado más normalizado y tranquilo que dos semanas antes en el B&W. ¿Y con quién estaba? Pues con su supuesta novia, la profe de Lengua y Literatura. Y con la directora del colegio al que fui en EGB, que fue quien me saludó más efusivamente.
"Ya ves que los profesores también vamos a sitios de moda", me dijo. Y luego me soltó: "Y ya nos ha dicho el de Filo que te había encontrado hace poco por ahí".
Toma Jeroma pastillas de goma que son pa la tos. ¿Con que "sé discreto"? Los cojones.
El caso es que, observando el trío, me di cuenta de algo en lo que jamás había reparado antes: la dire del cole, que siempre me había parecido una señora que imponía mucho con su aspecto y formas... CUMPLÍA TODOS LOS ESTEREOTIPOS DE BOLLO OFICIAL.
Pero claro, en esas cosas con 13 años uno no repara.
Al de Filosofía me lo volvería a encontrar intermitentemente durante bastante más tiempo (básicamente, hasta la llegada de Tx, que era cuando yo "dejé de salir"), a las otras no.
Montera 33 tuvo su época de superesplendor, las colas llegaban del pasaje hasta la calle y luego su estrella fue cayendo. Dejamos de ir. ¿Fue la época en la que empezamos a ir a la Xenon? Ya no recuerdo cuándo ni cómo cerró.
No he encontrado más fotos ni más detalles. Solamente en esa reliquia de arqueología internáutica llamada lanetro sigue apareciendo la reseña del local:
Pero esta tarjeta me ha traído recuerdos de una época desparramada, despreocupada y muy feliz que, sin frivolizar, fue parte importante de mi vida.
Oooooohhhhhhhh.
Atodo esto, te veo mañana, ¿noooo?
O el domingo de la semana que viene.
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Te dejo.