A finales del siglo pasado surgió un tipo de "nueva mujer" en nuestra
sociedad, con gran visibilidad en la publicidad: la mujer decidida, que
trabaja pero también cuida de su familia, que moldea su cuerpo, siempre
energética y activa. Una mujer todoterreno.
La mujer
nineties eliminó los refrescos para pasarse a la CocaCola light, sólo
bebía agua embotellada, se alimentaba exclusivamente de yogures desnatados
(lo de los alimentos hiperenriquecidos vendría una década después) y
dejaba atrás los anticuados VHS de aerobic de Jane Fonda para seguir los
de de Claudia Schiffer (el pilates también llegaría más tarde).
Pero...
¿cómo dar rienda suelta a su creatividad? La ochentera moda del revival
del punto estaba ya pasada (ah, las desaparecidas tiendas Pingouin
Esmeralda) y además requería habilidad con las agujas. El ganchillo
entroncaba con una traidición añeja que no correspondía a la imagen de
mujer actual en absoluto. El fondant y las buttercreams aún no habían
invadido la repostería y los programas de cocina de la tele en vez de
ser de exquisiteces tipo Master Chef enseñaban a realizar guisos
tradicionales, de ama de casa de toda la vida. Entonces... ¿qué hacer?
La solución estaba en el patchwork.
Literalmente, el remiendo: el arte de confeccionar telas a través de retales de tela y espuma de acolchado.
El patchwork resultaba original, tenía su toque tradicional sin resultar rancio y, a no ser que una fuera muy torpe, era era fácil. Además, el elemento artesanal le daba un aire comprometido con el medio ambiente.
En
poco tiempo, los hogares de todo el mundo se llenaron de colchas,
quilts, cojines y tapicerías hechasde patchwork. En los quioscos se
vendían como churros los primeros números de las colecciones por
fascículos.
Pero no nos engañemos, el patchwork
sistemático se convierte en algo TAN CURSI como puede ser saber
diferenciar entre cupcakes, muffins o madalenas (para luego tunearlas
todas con una crema imposible). Cuando a uno le da por pasar de la funda
de almohada al edredón y de ahí al peluche para los niños o el bolso de
la compra... ¡peligro! ¡Es el germen del malenismo!
Aparte,
¿por qué los retales para patchwork tienen que ser tan ñoños? ¿Es que
no existen telas que no tengan estampados de florecitas o cuadritos de vichy
en color pastel? Podría ser peor, también los hay de ositos. El
patchwork sin mesura es de una cursilería suprema.
El
nuevo siglo llegó, la mujer todoterreno se dio cuenta de que comiendo
desnatados se moría de hambre y no podía controlar a las bestias de sus
hijos ni mucho menos llevar el trabajo de ejecutiva agresiva en la que
la publicidad la colocaba y mutó a la "mujer complementada": ha dejado
de ir de un lado para otro, se toma su descanso, bebe soja, come
alimentos enriquecidos con vitaminas inventadas para la ocasión, tiene
la casa impecable gracias a productos novedosos siempre de origen
natural, toma infusiones de plantas que anteriormente se habían
considerado simplemente hierbajos de solar o césped y su vida está
regida por la aromaterapia, colorterapia, risoterapia o tontoterapia.
En
el siglo XXI ha abandonado el patchwork, más que nada porque ya tenía
la casa llena de cuadrados de florecitas y lunarcitos y porque una amiga
le ha dicho que el patchwork no tiene fengshui porque utiliza espuma
sintética y la tela hay que recortarla, por lo que pierde su energía.
Y entonces, ¿a qué dedicarse ahora....?
Quien opine que esta entrada es terriblemente misógina o machista tiene toda la razón del mundo.
6 comentarios :
Pues hijo, qué quieres que te diga, yo soy bastante maleni, y no me siento ni ofendida ni creo que seas un misógino ni un machista. De hecho, me ha hecho mucha gracia, porque reconozco que nos ponemos pesadas cuando nos da por algo: yo tengo a mi familia suplicando que no haga más tartas de fondant, que se van a volver todos diabéticos. Pero es que son taaaaaan monas...
Hablando de todo un poco, en mi blog maleni sorteamos unos collares súper-malenis ;) http://www.dosdeldos.com/2013/10/11/collares-de-trapillo/ (que las malenis tenemos que hacernos publicidad, hoyga).
¡Esto es una maleni de verdad! Olé por ella.
Fan absoluto desde ya.
:*
ay dioooos no sé si no tengo yo de vez en cuando unos momentos mu malenis,,,
Sinceramente, las malenis:
1. O están paradas, sin oficio ni beneficio propio, y las pobres utilizan el malenismo para poner cosas bonitas en su vida.
2. O no trabajan porque no lo necesitan y queda supercuco ser maleni.
Porque yo, con el trabajo de autónoma a tiempo completo, cuando tengo un hueco libre, en vez de coger y ponerme a hacer madalenas decoradas, me pongo a leer. Y eso que yo tengo mi punto maleni, en concreto, el punto de cruz, que me relaja y me sienta bien a los nervios, pero hay veces que ni eso.
Yo entiendo que hay gente que se siente realizada al hacer una labor manual, en la que ha dedicado tiempo y esfuerzo y es una labor que se reconoce, porque es bonita y/o está buena de comer. En el fondo creo que las malenis son la yang de esos hombres ying que son fanáticos del bricolaje y que les sale todo bien (por ejemplo, mi marido, Mr. Osako, es un hacha con la madera, sería un señor maleni en su terreno).
Interesantísima reflexión, a tener en cuenta.
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