Adiós a la Bohemia y Black el Payaso



Con un poco de retraso, pero cortando y pegando (cual AnaRosa) lo que había ido dejando este verano en diversos intentos de blog, pego hoy también aquí este comentario sobre la función lírica que el teatro Español de Madrid ha ofrecido en agosto/septiembre.

Se trataba del programa doble Adiós a la Bohemia + Black el Payaso, de Pablo Sorozábal.

No es un bocado para todos los públicos. Los aficionados a la zarzuela de lerele, oleole y tararear las letras no pueden con Adiós a la Bohemia -se duermen, te lo digo, maripuri, que se duermen-, porque en realidad es una ópera corta. Y los puristas se han hecho de cruces con el montaje y la adaptación de Black el Payaso. De hecho, me saqué mi entrada yo solito y no fui ni con unos ni con otros.

Y para mi gusto, fue toda una gozada. Primero por ver por fin representada Adiós a la Bohemia, que es fabulosa, luego por descubrir la sorprendente Black (el tema circo siempre me ha tirado patrás, que le vamos a hacer) y finalmente por el nivelazo.

Con un equipo similar al de los dos pasados años (compositor, dirección de escena, orquesta y director musical, varios intérpretes) se ha intentado revalidar el éxito de la deliciosa "La Eterna Canción".

Y, al igual que el año pasado, por favor, esa orquesta, necesita un poco más de control. Si bien no se llega a los desmadres de hace un par de años (aún recuerdo con horror aquellos palillos enloquecidos), el volumen sigue estando altísimo, para sufrimiento sobre todo de las sopranos. Estando en el baño haciendo un pis antes de la función escuché los comentarios jocosos de un par de instrumentistas que decían que "tocaban de oído". ¿Es que el señor Manuel Gas no se impone? ¿O es que tiene bula por ser hermano de quien es? En fin.

Adiós a la Bohemia estuvo estupenda. La escena, sobria y ajustada a texto. El coro de putas, golpe de efecto logradísimo. Bien los actores y excelente el trío protagonista. Iñaki Fresán para el papel de vagabundo, un lujo, que dirían las marirredichas. Javier Galán estupendo aunque quizás demasiado extrovertido en su interpretación. María Rey-Joly, pese a ser una voz demasiado lírica para el papel, tiene un tesoro a disposición de pocas sopranos: una dicción perfecta.Joder, que se le entendía todo y así pudo trazar una Trini creíble y entrañable.

A pesar del éxito y los aplausos (y de la siesta de la señora que tenía yo al lado), la pequeña, deliciosa Adiós a La Bohemia quedó empañada por la fastuosidad de la producción de Black el Payaso.

Y es que esta zarzuela se ha tratado de una manera colorista y vital. Comprendo a quien se haya enfadado con el cambio en el final del libreto, pero salvo eso no creo que haya mucho que objetar: el trasladar la acción de salones y palacios a un circo aporta espectacularidad y refuerza la dualidad realidad/circo.

El cambio hecho es que Black, quien al final accede a ser rey de su país de opereta por amor a su princesa, en este montaje es rechazado por la chica cuando confiesa que es un payaso y él rechaza asimismo a ser rey, con lo que se van todos de viaje hacia "un país del oeste, donde hay un dictador moribundo que busca rey que le suceda", y ese rey bien podría ser el payaso. Esto ha enfurecido a muchos, que han visto un insulto a la figura del rey Juan Carlos. Black se escribió en plena posguerra con un Sorozábal depurado por sus ideas anti-régimen y aunque su final es "de cuento", el final que se ha hecho ahora bien podría reflejar sus ideas y la situación española de la época.

Es un final abierto e incierto que invita a la comparación: si un payaso puede llegar a gobernar un país, ¿no son los gobernantes también algo payasos?

¿Tropelía contra los autores? Pues sí. Pero vamos, yo no soy de los que se rasgan las vestiduras ni tampoco aplaudo ciegamente las progresías. Es una visión. La obra, con su final original, va a seguir estando ahí para quien quiera escucharla.

Javier Galán esta vez como Black estuvo pletórico y exhuberante de voz. Baquerizo se movió como pez en el agua en el papel de White. Beatriz Díaz, aparte de luchar contra los decibelios de la orquesta, lució un canto elegante y buenos agudos, aunque se quedó un poquito corta. El tenor, correcto pese a un incómodo gallo. Y los secundarios muy bien, con Silvia Luchetti llena de simpatía a pesar de tener también que luchar por no ser aplastada por la orquesta.

Llamadme conformista, pero este año, en zarzuelas, he salido encantado en cuatro de cuatro (Programa Sorozábal, Tabernera, Luisa y Barberillo).

Y sigo cortando y pegando cual lagarta con ordenador.

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