El finde y el fin del ocho y medio.

Cosas que conviene recordar cuando vienen algunos de mis múltiples sobrinos a casa:

- No dejar la Guía Spartacus encima de la mesa (por cierto que el chico de la portada de la de este año es Eliad Cohen, que ya causó revuelo por aquí).

- Impedir que las sobrinitas toquen el iPhone, pasen con el dedito de foto en foto y le den al icono del Grindr o el Scruff. Otra opción, evitar guardar las fotos que te mandan.

- Colocar en un estante de nivel de más de 1.50 metros de altura los libros de Ralph König (¡¡ahí va, comics!! que decía emocionado el sobrinito de tx mientras su padre le decía "si te han dicho que no los toques, no los toques").

- Procurar que no sobresalgan condones de los sitios más (y menos) inverosímiles.

- Intentar no soltar ¡¡¡Frita me tenéis!!!

En fin, y muchas más.

Este finde íbamos a salir y pasarlo en grande, claro. Como siempre. ¿Qué ocurrió? Que nos quedamos en casa. Bueno, es a lo que se expone uno cuando se vuelve mayora y se va a vivir en pareja a las Chimbambas.


Tocaba ir a la clausura de la Sala Flamingo. La todopoderosa ZARA de encima necesitaba un almacén para guardar sus camisetas de trapillo y han comprado el local que tenían debajo, o algo así. El caso es que ha cerrado un club que fue una boite de las de toda la vida, que llegó a acoger las veladas dominicales del Shangay Tea Dance poco antes de su decadencia y al club indie de Madrid por antonomasia, el Ocho y Medio.


Conocí el Ocho y Medio la noche de Reyes del año 2001, creo recordar, porque me la recomendó un exrollete mío. La fecha no la tengo clara, pero tuvo que ser entre mi primer marido y el segundo, y fue una navidad, así que tiene que ser o el 2000 o el 2001. Que unos amigos suyos acababan de montar un club con música de la que me gustaba a mí.


Fui regularmente durante unos años (incluso al sucedáneo retro que montaron los jueves bajo el nombre de Franela) y dejé de ir cuando me vi bastante fuera de sitio, y porque al 8 había que saber qué día ibas, porque como tocara un dj murga de los que ponen mp3 con calidad ínfima aquello podía ser insoportable. Me queda el buen sabor de boca de que la última vez que fui fue a la fiesta Annika hace poco más de un mes, donde bailé como un loco. Para mí esa fue la mejor despedida, y la que conservaba el ambiente del mejor 8 y medio que yo conocí: Pop y garrafón.

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El sábado fue la sesión de despedida. Hay hasta grupo de facebook del evento. Y Matt Fatal ha colgado un cd con lo que sonó esa noche: clicAnte la previsión de que aquello iba a estar hasta el culo de gente optamos por no acercarnos. La alternativa era ir a la Fiesta Flor de Pasión, que quedaría totalmente eclipsada, imagino, pero acabamos muy tarde porque teníamos cena de gala en casa.

Al Tx le encanta preparar cenas de gala. Él se dedica a hacer las recetas que saca de Sergio, el cocinero de la Mariló, mientras yo decoro la casa y pongo la mesa con su mantel, sus caminos de mesa adamascados, los bajoplatos, los cubiertos brillantes, los servilleteros de bola de espejo, los candelabros, los platos de filo plateado y toda la cristalería (4 copas por persona). Vamos, todo el mariconismo posible. No saqué la regla para medir la distancia entre cubiertos como en Downton Abbey pero vamos, casi.



Y claro, de qué sirve una mesa colocada con toda la pluma del mundo si luego la comida es un bluff, y en esto TX es un artista.

El entrante lo preparé yo, porque la verdad es que nos pilló el toro con el tiempo y el pobre tx seguía en la cocina cuando llegaron los invitados, que encima aparecieron antes de tiempo.

Y qué mejor que un cóctel de bienvenida. Preparé un cucumber martini. Es la primera vez que lo hacía y hay que perfeccionarlo, pero desde luego nada mejor que meter un pelotazo de alcohol a los invitados para entonarlos.


De primer plato, fantasía estratificada de huerta, jardín y océano con vinagreta de mango. Es decir, ensalada con fresas y gambas.

La gracia que tiene es colocarla en un molde cuadrado. Primero se corta muy fina la lechuga de roble, la metes en el molde, después el tomate, pelado y en trozos muy pequeños. Añádanse el resto de ingredientes siempre en capas apretándolas un poco para que se compacten y sazónese con una vinagreta de mango. Se puede coronar con frutos secos y el típico chorrito chorra de vinagre balsámico. Al quitar el molde queda un fantástico paralelepípedo vegetal.

Luego llega tu amigo el de Almatosa y nada más sentarse lo revuelve todo para mezclarlo rompiendo toda la armonía geométrica del plato. No hacemos carrera de él.


Como plato principal, el clásico pescado al horno con muselina de pimientos del piquillo. Muy sencillo y sin grandes complicaciones: se enharina el pescado, se pasa unos segundos por la sartén con aceite para sellarlo, se cubre con la muselina y se mete en el horno unos minutos. Compramos bacalao fresco (no el desalado) y salió muy suave, aunque a alguno le tocó un filete lleno de espinas, una pena.

Y ya de postre... la estrella: TORRIJA PASSION.

También llamada torrija deconstruida o mousse de torrija, para cuya elaboración usamos el sifón de nitrógeno. Lo de Passion es porque llega la Semana Santa, básicamente. De hecho, la Semana Santa es la Torrija Passion Week, ¿no?


La presentación: en copa de martini, un poco de helado de leche merengada y después la mouse de torrija. Prepárese justo antes de servir. ¿El resultado? Exquisito. TODOS repitieron. Una carga de nitrógeno da para unas diez copas pequeñas. La foto no es muy allá, está recibida en el móvil por Whatsapp desde el otro extremo de la mesa, y a pesar del aspecto de papilla gomitá he de decir que la textura era de una delicadeza y suavidad que ni en tus mejores sueños, majabonita.


En definitiva, finde casero, con niños, amigos y sin ocho y medio.

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