Madrid. La noche en blanco


Mmmmm, muy propio lo de nuestro Gallardón lanzando ideas geniales sin prever daños colaterales. Gente cagando enla calle, todo el centro cortado y paseos interminables hasta casa. Glorioso.

Mi idea para el sábado fue pasarme primero por el Pura Vida y después ver qué hacían mis amigos.

Desistí de esperar a ver a los Hidden Cameras. El escenario estaba fatalmente puesto. ¿No se podía poner el escenario más atrás para que el público no se mezclara con los paseantes de Fuencarral? La aglomeración, el ambiente prebotellonero que me recordó amenazadoramente al horror del Orgullo y la desagradable lluvia de primera hora de la tarde me hicieron pasar , y comprarme un horroroso sombrero antilluvia en HM -homosexuales y mujeres- y posterior decepción habitual en la fnac.

Lo que más me llamó la antención fue lo mariconísimo que estaba el Centro de Madrid. ¡Qué cantidad de cruce de miraditas, por dior! Escandaloso cancaneo.

Así que nada, cenita casera-okupa y luego una vez cenados nos dispersamos como buenas maricultas: unos a declamaciones teatrales en el Círculo, otros a eventos de danza en el Ateneo y nosotros un intento de ir a la Bolsa. La cola daba la vuelta a la manzana, así que una vez más desistimos y nos pusimos en Huertas en la pequeña cola del palacio de los duques de Santoña (Cámara de Comercio), que no está abierto al público. No esperamos demasiado, nos empapamos de oropeles neobarrocos, de chinoisseries, de culebrones decimonónicos y... sí, nos sentimos integrados en un suntuoso palacio digno de nuestro buen gusto y saber estar.

Sobre la vuelta a casa, el tener un novio taxista da mucho juego, y salí como una reina desde El Ritz pasando por Cibeles y Pta. de Alcalá sorteando a enojados viandantes que nos increpaban diciendo que el tráfico estaba cortado. Pero eso, después de integrarme en un palacete con salón japonés para tomar el té, no me iba a afectar, vamos, faltaría plus.

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